Llevo tiempo yendo a la misma cafetería, y como pido siempre lo mismo, ahora el camarero ya se lo sabe y no me lo pregunta.
Es muy cómodo. Entras, y ahí lo tienes. Y te acostumbras fácil.
Pero…
Hoy he pedido algo diferente. Le he dicho al camarero que hoy me pusiese un café solo con hielo. Y se ha quedado a cuadros.
«Anda, ¿Y eso?».
Y cuando me ha preguntado esto me ha venido a la cabeza una cosa.
Lo de que cuanto más veces haces una cosa, tu pensamiento va por la misma autopista neuronal y más fácil es que lo hagas sin pensar. Hasta el punto en que lo haces sin darte cuenta. Ya sabes, lo de conducir, hablar, etc.
¡Y qué te voy a decir un músico! Miles de horas estudiando técnica para que ciertas cosas salgan automáticas.
Automatizar ciertas cosas es bueno. Pero automatizar otras cosas no es tan bueno.
Cómo el pensar en la conferencia y automáticamente sentirse mal. O estar a una reunión y lo mismo. O pensar en exponerse y lo mismo. O decirse «vas a temblar…»
Que estas cosas salgan automáticamente no mola nada. Pero que tu mente pueda sentir algo de manera automática es una habilidad muy interesante, si la usas a tu favor.
Esta semana he trabajado con un ejecutivo que antes, al pensar en exponer un plan de acción, se sentía mal automáticamente. Lo hacía imaginando ciertas cosas en su cabeza. Por supuesto, solo se daba cuenta de que se sentía mal.
Cambiamos esas imágenes por otras que le hacían sentir bien, y ¡pin pan! Eso y unas cosillas más, unos ejercicios para que se le quedara automático, y listo. Ahora, siempre que piensa en su exposición o presentación, se siente bien, motivado, y con ganas de hacer más cosas. Y todo eso automáticamente.
Conocí a una persona que le gustaba mucho el concierto para violín número 3 de Mozart. Al escucharlo se sentía como en casa, y lo disfrutaba muchísimo. Un día se compró un CD de este concierto por Oistrakh en una grabación histórica.
El CD era doble y tenía también el concierto número 2 de Prokofiev. El de Mozart le gustó mucho, pero el de Prokofiev lo escuchó una vez y le pareció un horror.
Así que solo escuchaba el de Mozart. «Si te gusta un concierto mucho, no lo cambias por nada».
¿Por nada? ¿Nunca?
Yo le pregunté si siempre había sido su favorito el de Mozart, y me dijo que no.»Antes de conocer el de Mozart era el de Tchaikovsky.»
Qué curioso. Al mes siguiente le pillé escuchando el de Prokofiev, y me dijo que lo escuchaba a todas horas.
Hay hábitos, ya sea de pensar o de hacer, que son útiles. Otros es mejor cambiarlos, porque se pueden cambiar.
Volviendo al camarero, cuando me miró sorprendido por pedirle un café con hielo, por supuesto no le hablé nada del comportamiento de las neuronas.
Simplemente le dije:
«No sé, a ver qué tal…»
Por cierto, cuando un profesional supera el miedo escénico, suele cambiar su pensamiento en algunas cosas, pero eso siempre les hace sentirse más «uno mismo, el yo de verdad, sin historias». Pero esa es otra historia que será contada en otra ocasión.
Nos vemos,
Fernando
De Prepararse Tanto...
¿Por qué Alguien Sigue Sin Tener La Seguridad Y Confianza En El Momento De La Verdad?
Es probable que asumieras como verdad, desde la escuela de negocios, que necesitabas practicar más para dar la interpretación que tú sabes que puedes dar, o que simplemente, con exponerte más veces, los nervios se irían yendo.
Pero la realidad es que cuantas más veces actúas con la mentalidad incorrecta, lo único que podrías estar perpetuando es tu habilidad de tener nervios y de sufrir en tus presentaciones, en el momento de la verdad, acumulando malas experiencias.
Los deportistas llevan tiempo entrenando su mentalidad para llegar al alto rendimiento. Si eres un profesional de empresa y lo que quieres es disfrutar de tu profesión, y sentir la seguridad que necesitas en el momento de la verdad, conectando con tu trabajo profesional y contigo, igual te interesa saber cómo están consiguiendo otros ejecutivos y directivos, eliminar esos nervios y el miedo escénico con una metodología específica.
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